miércoles, 2 de noviembre de 2011

Miradas






Recuerdo su mirada: deseo, locura.
Recuerdo la mía: miedo.










Caminé por el mustio sendero junto al pozo. Sí, aquel pozo que me daba esperanza de la vida, aunque tuviese que recorrer kilómetros para encontrarlo.
Tome la soga y comencé a bajar lentamente el balde. Siempre lo hacia así, era un instante en que todo era mío, en que era plena, plena como la divinidad de una madre con su hijo. Fue ahí cuando todo acabó.
Con sutileza brutal caí al pasto, aquel pasto muerto pero vivo en mi. El cielo se tornó gris, y el viento dejo de ser suave. Su respiración agitada y su mirada me intimidaron rápidamente. Intente dar un grito desesperado, pero no pude. Su mirada era demasiado profunda, que solo callé y le mire con la misma intensidad. Me soltó. Me miro despavorido y salió corriendo.

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